lunes, 8 de marzo de 2010

Por todas

Las que sois mis amigas ya sabeis que disfruto masajeando palabras con las que construyo una mezcla de dulzura, sensualidad, sensibilidad y lujuria. No quiero ser menos en esta primera entrada de blog, que a decir verdad, no proyectaba escribir,... pero los impulsos, los instintos, ese potente lóbulo derecho que todos tenemos y que el contacto con las mujeres me ha entrenado, no lo puede impedir. Al contrario, es quien ha decidido que mis manos tecleen estos caracteres, salidos desde lo más profundo de mi mismo.

Por eso quiero convertirme en el paladín y caballero de que la mujer se libere, se sienta además libre, que recorra su rumbo, que sea capaz de mirar a los ojos de un hombre, que extirpe toda agonia que le impida recorrer su propio camino, elegir su propio destino, que sienta que se le apoya, que se le escucha, que se le comprende y se le quiere comprender, que se le puede amar, aunque éstas sean palabras mayores, que se sienta acompañada, pero sobre todo quiero que la mujer sea un ser capaz de volar. Volar. Volar y sentir, a la que se le entrega toda suerte de caricias que le hagan elevarse, alcanzar un estado de explosiva plenitud, en una fase que quisiera dilatar una y otra vez, sin cesar, aunque las mareas callen mis labios con su humedad. Libre de buscar el amor. Esa es mi defensa.

Y no me importa lo más mínimo toda suerte de contradicciones que habiten dentro de la ella, a las que en soledad tiene que hacer frente dia a dia y de la que es la mayor víctima. Por eso la comprendo y la quiero comprender, aunque ella no sepa porqué ni cómo lo consigo. Eso tanto da. Por eso se que podré mantener siempre su amistad. Y ese es el mejor regalo que se me podría dar. Pero la mujer no es única y está repartida por el planeta. Y yo mismo, lamentablemente, pese a considerarme un diablo en muchas facetas, no poseo el poder de repartir por el mundo múltiples instancias de mi mismo. Ya quisiera que fuera de otro modo.


Le espero en mi alcoba, para susurrarle al oido de nuevo, cuantas veces necesite, todos aquellos fonemas convertidos en suspiros, mientras está recostada en mi masculino pecho. Le encontraré en el momento más insospechado, en el lugar más aleatorio, en la situación más imprevista, para cruzar mi mirada con la suya, besarle y volver a conocerle.



Para todas las mujeres que se identifiquen con lo que digo, mi mejor beso.

 

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