lunes, 8 de marzo de 2010

Ingredientes del amor

El amor es como un plato de cocina. Se prepara desde el momento en que se acude al mercado a por sus ingredientes, sin dejar de pensar en los cubiertos, la mantelería, la vajilla,... con que vamos a servirlo para degustarlo. Pero lo fundamental es esa receta, sus aromas, los pasos para elaborarla,... tan distintos de una persona a otra.

Por eso tiene sentido hablar de sus ingredientes, de los que se nutre esa sopa celestial que se instala en el alma y refugiamos en nuestro cuerpo. Así es el amor, como una sopa, fruto de la destilación de la esencia de sus ingredientes, pero al fin y al cabo una sopa, que se bebe con la boca, y que se puede acompañar con un vino o simplemente con agua.

Es mi ingrediente favorito una mirada, aderezada con ternura y picardia. El roce de dos manos entrelazandose, la dulzura de una voz susurrante, son también intensas especias. Los besos son el mejor excipiente del amor. Besos de todas clases, apasionados, encendidos, breves, de comprensión, de afecto, de buenos dias, besos de lunes a domingo, de lujuria extrema. El mejor aglutinante son las noches en soledad, ensoñando. El mejor ingrediente, el corazón. Abierto y limpio.

El tiempo que se pasa en silencio permite la cocción. Una lenta cocción que permita que se traben y entrelacen los ingredientes, mezclados con la experiencia de los años, con la superación de momentos difíciles, con la sombra de las dudas, siempre presente aún cuando se cuece el amor, revuelto con el vigor de los instintos. Y sueños, muchos sueños. Que no falten tampoco las ilusiones, ni vivir el presente como nunca, pues son deliciosos ingredientes que ensalzan el sabor de la receta y la tornan adictiva. Agridulcemente adictiva.

Los abrazos aglutinan los ingredientes de la receta para que del amor no se sublime ninguna de sus esencias y estas perduren,... pues si alguna se evapora, la receta puede no tener efectos permanentes y hacernos creer que hay amor, cuando lo que hay es cariño, o simple atracción, o simpatía,... Los años, la edad permiten que la receta macere en adecuada lentitud y adquiera sabores y texturas nuevas.

La belleza y el atractivo le dan su mejor sabor. El respeto y la libertad la purifican. Las caricias del deseo la vuelven adictiva. La entrega y el cuidado la nutren de vitaminas. El afán con el que se cuece amplifica el resultado final. Cada amante en realidad produce su receta y la pone en boca de la persona amada, que la cata y posiblemente la enamore. De inmediato en ocasiones, o cucharada a cucharada... sin quererlo. Y si no se ha cocido bien, quizás la envenene de complejos, perdición, desesperación, engaño o contradicciones y deje en ella secuelas que sólo la mejor receta puede ser su antídoto.

Por eso quiero ser buen cocinero, para dar de beber a mi amada una receta repleta de la sabiduría que atesoro para amar.

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