miércoles, 31 de marzo de 2010

El palpitar de la vida

Querría haber escrito esto en el preciso dia de mi cumpleaños. El dia tocayo en que se conmemora que nací. El día en que, como organismo pluricelular, comencé a respirar, a ver, a saborear el aire, a ser acariciado con imágenes,... a percibir las estridencias, los murmullos, … el calor humano.., ese día comencé a existir. 
Me materialicé. Un ser más entre los billones que somos, compartiendo el biouniverso. Insuflado por ese halo misterioso que baña de cinética vertiginosa todas mis moléculas, al igual que las tuyas.

Percibí. Millones de minúsculos interfaces con el mundo exterior a mi materia me mantenían en permanente conexión con la química del exterior,... mis primeros alimentos para el alma... las canciones de cuna, el roce de una mano, un rostro que no cesa de mirarme y que capta poderosamente mi atención, el sabor de los nutrientes,... pero ante todo mi límbica y telepática conexión entre mi alma y las almas circundantes. Pocos se percantan de que les llamo,... ¡niños! ¡Qué radiante energía tienen en sus activos espíritus! Si, con ellos fluyen mejor mis mensajes que con los adultos que no son cercanos a mi.

Actué. Con debilidad y torpeza. Aprendiendo que el único modo de aprender es a base de la exploración y la experimentación. Que nadie va a vivir por mi... que nadie puede entrar dentro de mi carcasa material ni habitarla, que nadie puede saber cómo extraigo mis conclusiones... incluso desde mis primeros ensayos. Nadie me puede transferir su vida, ni a nadie puedo transferirsela... aunque más adelante hubiera querido ofrecerle un pedazo de mi vitalidad a otros... Es de uso y disfrute personal e intransferible.

Sentí. Cuando el mapa de sensaciones y de causas-efecto estuvo casi completo, y había superado el rodaje con el mundo exterior, me permití mi primer gran lujo. Sentir. Ser consciente de mis propias percepciones y generar alrededor de ello un sentimiento de preferencia, o una respuesta que fuera en pos de recibir más ese estímulo o de tratar de bloquearlo. Simples pero elementales sentimientos. Los primeros... con la misma esencia que los que ahora mismo, tiempo después, me mueven a seguir buscando las respuestas y estímulos del exterior que más bienestar me producen... lo que yo mismo he acabado creyendo que es mi propio bienestar.

Razoné. Me despojé mas tarde de la subjetividad de mis emociones y me elevé a un estrato más objetivo... un estrato racional que tiende a aniquilar lo egoista y subjetivo, pero que enfría y mortifica en vida a quien se acoge en exclusiva a la racionalidad como único precepto. Y ello ocurrió sin yo poderlo evitar... aunque con la perspectiva de ahora, me pregunto si los seres que no ostentan racionalidad pudieron evitar esta fase. Tanto da. De ella obtuve el orden de ideas, la comprensión de las emociones de terceros, poder y saber escuchar a otras almas por via oral. Entré en el mundo de compartir. Y mientras tanto, mi cuerpo evolucionaba, mis interfaces interpretaban mejor los mesajes complejos del exterior, mi alma se seguía llenando de emociones,... a menudo complejas, de enamoramiento, de impotencia, de alegría extrema, de camaradería, de admiración, de gratitud...

Abstraí. Pude encapsular y empaquetar en pocas emociones o pocos razonamientos toda una colección de ellos. Aprendí a manejar dentro de mi mente, y a la postre, dentro de mi alma, conceptos, ideas inmateriales, procedentes de materiales brutos que captaban mis sensores, y que digería hasta la extenuación en un proceso infinito de análisis, hasta llegar a la más pura esencia de aquello en lo que focalizaba toda mi atención.

Creé. De la nebulosa de conceptos, haciendo una especie de malabares, descubrí para mi sorpresa que, tras la estela de los mismos, se inyectaban nuevos conceptos, ajenos en principio al contenido informativo de mis interfaces, … surgidos de dentro de mi mismo... como por accidente. Aún hoy día, y en estos precisos instantes, ese momento de creatividad me supone un acto de magia. Ni yo mismo se qué es lo que va a surgir de poner en marcha el mecanismo creativo que al menos yo utilizo y que no es otro que zarandear las ideas que bullen dentro de mi. No se qué surge, pero eso sí... siempre surge algo... algo relacionado con el objeto de mis atenciones. Ese momento me hechiza, me adicciona, tanto, que puedo perder la noción del tiempo, del cansancio, del apetito,... con él.

Comuniqué. Y empecé a ofrecer todo cuanto percibo, razono, siento o creo,... con mi mirada, con mi expresión facial, con mi lenguaje corporal, con mi energía vital, y con mi aura, en plena conexión con mi esencia... la raiz de todo cuanto soy,... esa esencia que es el nodo misterioso que condensa toda mi abstracción y mi conciencia dentro de mi cuerpo material. Y a ello dedico ahora mismo mis pasiones, a la comunicación de toda esta historia personal que yo cuento como viví y como vivo. Y cuando lo hago, siempre me doy cuenta del regalo que es vivir un nuevo día,... y contarlo a tus interfaces.

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