Aparecen brisas extrañas que surcan los corazones y les dictan sus designios, orientandose a la masculinidad o a la feminidad extremas, donde el instinto se apodera de los átomos de aire y penetra en nuestros cuerpos a través de la piel y los pulmones, haciendonos dulces esclavos del deseo.
Se forjan huracanes de pasion, que se hacen herméticos al mundo, y que giran y giran en una espiral de frenético goce, de incandescente esencia de la vida, donde llueven feromonas frenéticamente y desordenadamente. Y luego se disuelven dejando un vacio extraño cuando acude la calma. Y vuelven a surgir, llamados por la luz de la naturaleza verde.
Se abre la caja de Pandora llena en este caso de almas de colores deseando desearse. Juegan, seducen, flirtean, conquistan, se diluyen entre ellas, se dejan seducir y conquistar. Y así se ilumina aún más el creciente dia, jornada a jornada, y se calienta más aún el aire y el espeso ambiente rezumante de alteración.
Los ojos se abren, miran más. El cabello se enluce y brilla más. La sonrisa se ilumina y gusta más. La piel se muestra, y atrae más. La noche se acorta,... y dura más. La primavera ha despertado,... y ya no hay nada más.
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